Contacto

Y ¿el cuerpo?

 
Cuando se ama y la decisión de atender a los grandes designios de la mente.
 

La mente que desliza al cuerpo a través de lugares físicos: confusión o certeza en el espacio, la ilusión del infinito y al mismo tiempo la nobleza de la materia. Las mentes que motivan a los pies a seguir un ritmo, el movimiento de los cuerpos que desean, que se desean, y que desean conocerse en su tierra y sobre la que caminan. El deseo de llenarse o de caminar para ir dejando al peso.

Y después: la Vida. La entrada sutil de la Vida, el llamado de sus fuerzas que sostienen y que honran a los deseos de los corazones que se aman más allá de las mentes que buscan, que siempre buscan. La Vida, en su expresión diversa, que sin ningún interés más que acoger a los latidos del corazón, une, conspira. Une a las personas que se aman en encuentros fugaces, donde la Vida en sí misma, en su acontecer en su sencillez, abre espacios perfectos, exactos, en el movimiento aparentemente condicionado y obstaculizado. Ahí, el tiempo se muestra con otra cara, se suspende en el cielo, en la tierra, en sí mismo, llega la lentitud y la complejidad de la aceleración, la lentitud de la Vida es evidenciada con más lentitud y los procesos «largos» se resuelven en la rapidez de la correspondencia y de la mirada sincera. La vida abre un espacio para los corazones que se aman y así se sientan, y que sus mentes se deleiten observen se sorprendan presencien una infinitud distinta, la infinitud de la conexión, de la presencia, del encuentro real que revoluciona la idea, la definición de Ley. 

 

 

 

 

 

                         Fiorenza